¿Menos viento en la camiseta? Uruguay ante un crecimiento más moderado

Esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe de Perspectivas Económicas Mundiales (WEO, World Economic Outlook), donde ajustó sus previsiones para la economía global y nacional. El panorama internacional sigue tenso: conflictos geopolíticos, aranceles y cadenas de suministro alteradas hacen que el crecimiento se enfríe. En este contexto, el FMI recortó su estimación de crecimiento para Uruguay en 2025 del 3% a 2,8%, y a 2,6% para 2026.

El Banco Mundial siguió el mismo camino. En su informe anterior, estimaba que Uruguay crecería 2,6% en 2025 y 2026. Pero esta semana corrigió a la baja: ahora prevé un crecimiento de solo 2,3% y 2,2%, respectivamente.

¿Y los economistas locales? Según la Encuesta de Expectativas del Banco Central del Uruguay (BCU), publicada en abril, los analistas esperan un crecimiento de 2,5% en 2025 y apenas 2,19% en 2026.

En materia de inflación, las proyecciones para Uruguay se mantienen dentro del rango de tolerancia del Banco Central (3%–6%), pero siguen por encima de la meta oficial del 4,5%. Para 2025, tanto el FMI como los analistas estiman una inflación de 5,5%. Para 2026, las diferencias comienzan a aparecer: el FMI proyecta una baja a 5,3%, mientras que los analistas esperan 5,8%. Aunque los números no generan alarma, muestran que las expectativas locales todavía no convergen hacia la meta, y eso plantea un desafío para la política monetaria.

¿Qué significa todo esto?

Desaceleración no es crisis, pero sí implica menor dinamismo. Puede traducirse en menos empleo nuevo, consumo más moderado y decisiones de inversión más cautelosas. Para Uruguay, el contexto actual plantea un escenario más exigente. La región crece poco, el mundo es incierto y depender del impulso externo ya no es suficiente. El país deberá apoyarse más en sus propias decisiones: fortalecer la productividad, mantener la estabilidad macroeconómica y crear condiciones propicias para la inversión serán factores clave.

También será necesario un manejo prudente de la política económica. Las tasas de interés, el uso del gasto públicoy la capacidad de sostener expectativas inflacionarias bien ancladas seguirán siendo determinantes.

No se trata de alarmarse, pero sí de reconocer que el entorno cambió. Y que sostener el crecimiento en esta etapa dependerá menos del contexto, y más de una estrategia clara y capacidad de adaptación.

SOFIA KATZENSTEIN

Siguiente
Siguiente

Fin del cepo en Argentina, ¿inicio de un nuevo ciclo?